Siempre me ha dado un poco de curiosidad como cuando recién conocemos a alguien hay un pequeño juego que manejamos.
El cortejo jajajaja. Claro me fui a las épocas de la abuelita con la palabra.
Pero es gracioso ver como con el paso del tiempo/confianza este juego va terminando.
A veces no es tanto que termine, es más el hecho de preguntarse “¿Ya que puedo perder?”.
El otro día estaba hablando con una amiga y la conversación giro en torno a lo siguiente:
Personaje 1: We… Estoy encabronadísima.
Personaje 2: ¿Por qué? ¿Que paso?
Personaje 1: Pues nada we, me enoje con ------------ porque me dijo que me marcaba en la noche y no me marco.
Personaje 2: Ay ya sé, yo estoy en las misma, ni me recuerdes….
Personaje 1: ¿No te ha marcado?
Personaje 2: No weeee... ¿¿¿Que se cree???
Personaje 1: Ay no sé, pero cuando me marque… Le va a rezar a Dios en tierra de indios…
Personaje 2: Gataaa jajajaja.
Paso esta conversación y a la mañana siguiente marca el mono este… y claro, me dice “Amor, perdóname anduve bien ocupado con el trabajo y salí a las 12, llegue muerto a la casa y ya no te quise despertar” A lo cual respondí con una discusión de “Me da coraje que me digas que vas a marcar y a la mera hora no seas ni para avisar que no lo harás”.
Lo fascinante de esto no es ni la discusión ni nada. Es la facilidad con la que al final un “ay bueno ya te conozco, ya que” Arreglan toda la situación.
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